Desapariciones

21 Jun

Se encontraba en la puerta de su apartamento, con la llave en la cerradura pero sin saber si prefería girarla dos veces o irse para siempre. Dio una vuelta y se percató de que dependiendo hacia el lado en el que girara podría cambiar o no su vida.

Por un lado -si abría la puerta- estaría su fantasma esperándole, sentada en el sofá mirando la Luna como si fueran sus ojos los que permitían que se desplazara por el cielo. Y la miraría embelesada, y se fijaría en su vestido blanco, en su pelo castaño tan oscuro que en ocasiones podría pasar por moreno, se perdería en la constelación de sus pecas y se quedaría hablando con ese fantasma hasta altas horas de la noche con una copa de vodka en la mano, o quizás con una de vino blanco.

Si giraba hacia el otro lado -si la cerraba- podría volver por donde había venido y encontrarse de frente con su presente, en su cabeza no encontraba ni necesitaba más explicación que su rubia cabellera, su sonrisa y el suave tacto de su piel, su afilada lengua que tantas charlas transformaba en momentos inolvidables, su gusto por el buen café o por una cerveza con tequila.

Al final, después de un largo rato de pie con la mano en la llave, le pareció escuchar una melodía desgarradora, en la que dos voces parecía que cantaran llorando, afinó su oído y descubrió de cuál se trataba. U2 junto a Mary J. Blige, One, recordaba esa canción, los últimos acordes hacían acto de presencia mientras la nota final se quedaba suspendida en el aire mientras desaparecía, como una hoja que cae en otoño para acabar fundiéndose con millares más en el suelo.

Un par de pequeñas lágrimas salieron de sus ojos, y se dio cuenta de que no podía evitar más la evidencia, giró la llave una vez más, entro en la casa, miró en la cocina que quedaba a la izquierda de la entrada, bajó las escaleras y revisó todo el salón, entró en su cuarto y como en el resto de la casa no había nadie.

-Se ha ido, en el momento exacto ha desaparecido, -pensó el dueño del Jazz Club- no está mirando la Luna ni esperándome en el sofá.

Echó un último vistazo en el cuarto de baño, al cual se accedía desde su habitación, y lo único que vio cuando encendió la luz le pareció una señal demasiado obvia como para no tenerla en cuenta. Una foto puesta en el marco del espejo en el que salían unas piernas y él escuchando música apoyado en ellas, sobre el césped. Él tenía la barba sin recortar, ella un pantalón corto y una camiseta verde. El cielo tenía unas perezosas nubes y una leve brisa removía las copas de los árboles.

Sin título-1

Supo que ya había tomado una decisión cuando se descubrió a si mismo sonriendo mientras su mente se olvidaba, poco a poco, de sus antiguos fantasmas.

Deja un comentario